Cuando se habla del color,
todos somos capaces de describirlo según la sensación que nos produce y la imagen
que aparece en nuestra mente, pero, dependiendo de dónde hayamos nacido,
veremos los colores, y por lo tanto el
mundo, de una manera u otra.
A pesar de esto, el ser
humano, siempre ha buscado unificar criterios y clasificar los colores y, de
alguna manera, limitarlos.
Pero, cuando aparecieron los colorantes químicos, se convirtió en algo
imposible. Frente a más de 14.000 tonalidades diferentes, la sociedad se sintió
insegura, ya no era posible ponerle límites al color.
Y es que, al no ser el color algo físico, sino la conexión
que se establece entre la materia y la mente humana, existen infinidad de
tonalidades que no permitirán un encasillamiento.
Esta falta de límites, provoca que, en el arte, no se produzcan dos sensaciones completamente
iguales. Es más, únicamente el propio autor verá la obra tal y como es, el
espectador simplemente verá versiones de la misma.
Y es que, por mucho que nos empeñemos en buscar y
atrapar al color, este siempre se escapará de nuestras manos.
Es inaprensible y fascinante a un tiempo. Esto del color da mucho para reflexionar. Bien por tu entrada.
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